Docentes

La incorporación cada vez más creciente de personal no religioso en labores educativas hace necesario el establecimiento de unos criterios de selección basados no solamente en aspectos puramente académicos y laborales, sino también desde la perspectiva de la educación en los valores del Evangelio.

De la vocación educativa de nuestros docentes y de su integración activa en el proyecto evangelizador, dependerá en gran medida el presente y el futuro de nuestra Institución.

Definir a qué aspiramos como educadores de nuestros colegios nos ayudará a generar los itinerarios que puedan conducir a irnos aproximando a lo largo del tiempo a este modelo de Docente Santa Ana.

El elemento básico que configura el perfil de educador es el perfil de persona. Hablamos de una persona madura. Es un estado relativo, no es absoluto. Alguien puede llegar a un determinado nivel de madurez y después retroceder y/o avanzar por las circunstancias de la vida. Es algo que se va haciendo, se va fabricando poco a poco. Cada persona va alcanzando niveles de maduración conforme a su edad y sus experiencias. Se conoce a sí mismo, sus capacidades, sus limitaciones. Una ecuación equilibrada entre corazón y cabeza, entre afectividad y vida intelectual.

El segundo elemento es el educador cristiano. Es quien acompaña a el grupo de estudiantes en su proceso de madurez, bajo el prisma de los valores cristianos. Armoniza la cultura con la fe, sabe darle sentido a la vida desde la óptica del Evangelio y sabe orientarla desde la ternura y la firmeza del Padre Bueno, siendo el medio por el cual acompaña a sus alumnos a crecer como personas y ofrecerles el modelo de vida de Jesús de Nazaret.

Pero pertenecer a un centro educativo de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana significa hacer conocer el Evangelio desde el estilo propio que imprimió María Rafols, el de EDUCAR desde la CARIDAD que se hace HOSPITALIDAD, principalmente con los más pobres y necesitados. Al docente del Colegio Santa Ana, se le pide, en su actuar, una sensibilidad especial, la que exige educar desde el amor y desde la acogida, desde la hospitalidad; la de detectar y conocer quiénes son el grupo de estudiantes que más lo necesitan y “volcarse” en ellos. Trabajar lo humano, la dignidad de las personas, y en algunos casos, recuperarla, imprimiendo el sentido de la fraternidad en sus relaciones.

Desde la acogida a todos, principalmente a aquellos que más lo necesitan, sean de la procedencia o condición social que sean, porque todos son hijos de Dios. Porque el docente desde su labor educativa en el Colegio Santa Ana se siente partícipe de la construcción de un mundo distinto, más humano, más fraterno, más Evangelio. “Educa evangelizando y evangeliza educando”